Jesucristo, que redime a los hombres por amor, que ama sin medida hasta dar la propia vida por todos, porque se identifica con el hombre en todo, menos en el pecado.
Es quien nos lleva a nosotros, mercedarios, a mirar a través de los ojos de San Pedro Nolasco.
Es quien nos hace descubrir nuestra identidad carismática desde esta óptica que viene dada y brota desde lo profundo de nuestra espiritualidad mercedaria.
El mercedario es profundamente humano porque conoce las grandezas y las miserias del hombre, por eso es capaz de amar de esa manera, hasta dar la propia vida.
Celebrar a Cristo Redentor es redescubrir los aspectos fundamentales de nuestra espiritualidad.
La visita a los cautivos, llevando consuelo y esperanza.
El traslado del redimido a lugar seguro para que pueda disfrutar la verdadera libertad, es decir, creando espacios de libertad, donde cada hombre y mujer sea capaz de recuperar su dignidad.
Por tal motivo celebrar a Cristo Redentor es volver desde nuestro carisma a la cercania con el cautivo, con el que padece, con el explotado. Es invitarnos y alentarnos mutuamente a caminar en la fidelidad creativa de nuestro carisma redentor.
Que María, madre de los redentores, nos ayude en esta tarea que el Señor nos encomienda y nos fortalezcamos en el cuidado y compromiso con los hermanos cautivos.